La buena teología del dolor (y porqué usted la necesita)
Para hoy yo tenía un espectacular artículo escrito y listo para compartirlo con ustedes, sin embargo la vida nos cambió en sólo un pestañeo.
Pero, así es la vida, ¿cierto? De repente todo cambia y así debemos aceptarlo aunque no sea agradable.
Les cuento: el jueves pasado esperábamos una visita de unos amigos, pero mi hijo menor que tiene intolerancias alimenticias comenzó con dolor de estómago, eso es algo normal en casa pero aún así cancelamos la visita y decidimos cuidar al pequeñito. El viernes el dolor continuaba pero creíamos que seguía siendo algo sin importancia, sin embargo, para la noche de ése mismo día vimos cómo el dolor aumentaba en intensidad. Para no ir en medio de la noche a la clínica esperamos a la mañana. Ahí luego de algunos exámenes fue referido al hospital. En la clínica somos tratados con tanta amabilidad que al llegar al hospital que es específicamente para niños esperábamos el mismo trato... sin embargo, no podíamos estar más lejos de la realidad.
Luego de muchas horas esperando con dolor y ansiedad lo valoraron pero no le dieron la importancia que merecía su caso, casi fue devuelto para la casa y ahí comenzó Dios a trabajar -de nuevo- a favor nuestro: lo valoraron 4 asistentes de médico y 5 médicos más un cirujano pediátrico para concluir que necesitaba ser operado por apendicitis.
Debo aclarar que nuestro hijo menor es el tercero y ninguno de sus hermanos tuvo ésto, ni mis hermanos, ni nadie de la familia de mi esposo por lo que la situación era totalmente nueva para nosotros. Con mucho dolor lo dejamos en la entrada de la sala de operaciones luego de 7 horas de trámites, sólo para esperar unas 5 horas más a que saliera de la operación y de la sala de recuperación.
Sin embargo, contrario a lo que creería cualquier otra madre, yo no estaba desesperada ni llorando. No se debía a la "poca" importancia o simpleza de la operación sino a que desde que iniciamos ésta odisea estaba orando: oraba mientras esperábamos, mientras veíamos juntos a la gente pasar, mientras pasaban las horas muertas frente a la puerta de recuperación... No porque yo soy super espiritual, ni super religiosa, ni super fuerte, sino porque el Espíritu me ha enseñado así.
La cúspide fue cuando mi esposo y yo nos tomamos de la mano en el carro estacionado afuera del hospital con café en mano y oramos. Ahí, el Señor comenzó a hablar a mi corazón y terminó unas horas después cuando estaba sentada junto a la cama en la que dormía mi hijo antes de que saliera el sol del nuevo día. Dios traía a mi mente todas las escrituras que yo había guardado en mi corazón con la memorización, de repente muchos de ésos versículos tomaban forma como cuando armamos un rompecabezas. Versículos que había estudiado, memorizado y guardado adentro de mi ya no eran sólo versículos sino que estaban vivos frente a mí y cobraban sentido dentro de lo que estaba viviendo.
Honestamente, yo no sabía si iba a compartir ésto pero la verdad es que debo de ser fiel al llamado que Dios me ha hecho acerca de compartir cómo es mi vida viviendo para Él, un día a la vez, y eso significa compartir lo bueno acerca de éste viaje pero sobre todo compartir lo malo. Compartir las partes difíciles de mi vida porque debemos de erradicar la mentira de que la vida de los cristianos es fácil, de que es bonita. Debemos de quitar ésa horrible mentira de que como hijas de Dios no sufrimos o que no debemos de decir que sufrimos o decir lo contrario a que estamos enfermas. La realidad es que ése tipo de pensamientos lo que hace es reforzar el sentimiento innato del ser humano de no querer sufrir, no querer dolor, ni muerte, ni soledad. Pero lo peor es que nos roba la perspectiva bíblica acerca del sufrimiento y la buena teología del dolor a pesar de que la necesitamos tanto.
Porque es en medio del sufrimiento en que el Señor forja nuestro carácter, es en medio de las dificultades cuando sabemos realmente de dónde proviene nuestra fuerza, si de adentro de nosotras mismas o si estamos fortalecidas en el Señor. Es en medio del dolor cuando conocemos si en verdad somos cristianos o no, si de verdad somos hijas de Dios o si solamente estamos imitando a alguien que conocemos, a alguien terrenal y no a Dios. Es en medio de las tormentas cuando podemos apreciar en carne propia el sufrimiento de Cristo y compartir con él los sufrimientos como nos lo dice Pablo en la carta a los Filipenses. Porque nosotras queremos a Cristo, si. Queremos el poder de su resurrección, sí. Pero, ¿queremos participar en sus sufrimientos? Hmm, talvez. ¿Queremos ser como él en su muerte? Mejor no, muchas gracias.
Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo,
experimentar el poder que se manifestó en su resurrección
y llegar a ser semejante a él en su muerte.
Filipenses 3:10
Porque muchas veces cuando vienen los sufrimientos ahí no estamos muy seguras de que ésa parte la querríamos realmente en nuestras vidas o la de nuestras familias.
Pero es en ése compartir los sufrimientos cuando podemos comprender al autor de Hebreos cuando nos dice que en Cristo tenemos un verdadero sacerdote que sí puede compadecerse de nuestras debilidades porque él también las sufrió (Hebreos 4:15) y que por eso por medio de él tenemos una mejor esperanza (Hebreos 7:19).
Y es que es en medio de las dificultades y de las pruebas que podemos ver que realmente Él nos está dando todo lo que nosotras verdaderamente necesitamos por medio de las riquezas que hay por medio de Cristo, es ahí en donde nosotras podemos ver que los planes de Él son de bien y no de mal para que tengamos una esperanza y un futuro. Es en medio de las situaciones incontrolables cuando podemos ver que Él está en control de todo. Y que si intencionalmente caminamos en la palabra de Él, meditando en ella de día y de noche es cuando prosperamos y tenemos éxito. Prosperar no como en carro del año, casa lujosa y mucho dinero sino en que prosperaremos en hacer lo que antes no podíamos hacer. Tendremos éxito, no como el mundo lo ve, sino el éxito de poder vivir gozosas en medio del problema, es poder decir que aunque la vid no dé frutos aún así yo estaré alegre en el Señor.
Eso es lo que nosotras debemos de aprender acerca del sufrimiento desde la perspectiva bíblica, porque a veces, únicamente por medio de ése sufrimiento es que comprenderemos mucho más la obra de Cristo. Por medio de la perspectiva bíblica, con la teología correcta, es que podremos darle sentido al sufrimiento y dejar de estar huyendo él para así lograr alcanzar la imagen de Cristo, la imagen de hijas verdaderas del Dios Altísimo.
Porque ahí es cuando comprendemos que cuando clamamos a Él, él nos quita nuestros temores. Ahí aprenderemos que cuando nos acercamos a Él , él se acerca a nosotras. Debemos de aprender a que Él es nuestra fortaleza, es nuestro gozo, nuestro castillo, nuestro refugio, nuestra roca fuerte de la que podemos sostenernos. Lamentablemente éstas valiosas lecciones nunca las podremos aprender mientras las cosas sean fáciles y llevemos una vida cómoda y bonita.
Por eso, es que usted y yo necesitamos de la buena teología del dolor que nos da la biblia.
Jennie Allen en su libro devocional Made for This dice: "Alejarnos de lo que es seguro y cómodo expone los orificios de nuestra fe. (...) Cuando nos arriesgamos y Él se muestra, lo vemos diferente de como sería si estuviéramos viendo todo desde un lugar seguro."
Los lugares seguros nunca serán suficientes para ver a Dios completamente, el dolor es la mayoría de las veces el mejor lugar para conocer profundamente a Dios. No tema al dolor, abrácelo desde la buena teología bíblica. Tal vez éso es lo que verdaderamente necesita.
¡Un abrazote!
Priscilla
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